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Fernando Bladys no tiene resentimientos con su pasado

En el Día del Cuarteto, el popular cantante contó que vivió y durmió “en la calle” y deseó la unión de los músicos para llevarle alegría a la gente.

Desde que se inició como cantante en Chébere, en 1984, Fernando Bladys se convirtió en referente de nuestra música popular y es uno de los artistas más reconocidos en la historia del cuarteto. Más tarde se abrió y construyó una sólida carrera solista. Todavía es conocido por ser una de las mejores voces románticas de Córdoba.

El llamado de Verdades Afiladas lo encontró grabando su nuevo disco. "Posiblemente sea el último. Ya tengo 67 años", advirtió. Pero se lo escucha entero, vibrante, impecable…

En el Día del Cuarteto, el programa matutino de Continental decidió homenajear a Bladys en la sección Inmortales. Y el popular cantante se entregó por completo. Aseguró no tener memoria ni resentimientos con su pasado, ese que mucha gente no conoce: le tocó vivir en la calle y dormir en plazas hasta que se consagró como artista.

"A mí me tocó dormir bajo los ligustrines de una plaza, llueva o caiga piedra, con un pedazo de cartón abajo y otro arriba. Así zafaba. No tengo mala onda con eso. Pero cuando me toca recorrer cualquier ciudad, incluso Córdoba, y veo gente tirada en el suelo durmiendo, realmente se me parte el alma. No es un 'cliché'. Me parte el corazón. Cuando uno tiene ese problema, lo único que queda en defensa propia es dormir… Y comer, si se puede, cada dos o tres días, en la medida que tengas suerte de encontrar algo que no esté podrido en alguna bolsa de basura. Es horrible. Es muy feo. Y me molesta muchísimo que el Gobierno no haga nada", reflexionó.

Hoy Bladys intenta ayudar a las personas en situación de calle. Siente que es una devolución. "A mí me ayudaron cuando estuve en la calle. Me ayudaron no golpeándome, no castigándome, no obligándome a delinquir, no obligándome a tomar drogas o a robar. Y la gente me decía: 'Fer, vení a acostarte aunque sea ahí, al lado del perro'. Al menos estaba bajo techo", rememoró.

Y también se refirió al aporte que los músicos pueden hacer al respecto: "Ojalá la música del cuarteto siga entregando alegría a los pueblos. La música no tiene por qué dividir. Al contrario. Por ahí veo que las bandas están enojadas, unas con otras. Eso es una pelotudez de chicos boludos, que no debe existir más. Somos grandes. La música está hecha para tirarle buena onda a la gente que va a trabajar cada día y le es muy duro, porque trabajan muchísimo y a veces no llegan a la semana. Veo mucha gente hurgando en los contenedores, buscando comida. Yo lo hice. Nadie me lo tiene que contar porque lo viví en carne propia. Ojalá Dios me dé vida para seguir cantándole a la gente que lo necesita. Ojalá nos juntáramos los cuarteteros para hacer cosas lindas para la gente que no tiene nada. Ojalá que me escuchen alguna vez".

El "milagro" de su voz

Cuando Fernando habla, suena algo disfónico. Desde siempre. Sin embargo, a la hora de cantar su voz es reconocida como una de las más cristalinas. ¿Cómo se explica?

Él mismo no tiene una respuesta, ni tampoco los profesionales de la salud que lo asisten. Por eso, el cantante prefiere hablar del “milagro” que consigue a través de su vínculo único con la gente que lo sigue.

"El último estudio (de la voz) que me hice fue en enero. El médico siempre me dice lo mismo: no sé cómo hacés para cantar porque tus cuerdas vocales no están en condiciones de recibir la paliza que les das. Y es cierto: se cantan entre 45 y 60 canciones por noche, de una. No hay una explicación. Yo tengo una cuerda vocal que está quieta, no se mueve. La otra suena perfectamente. Llego al baile sin saber cómo va a estar mi voz, pero subo al escenario, tomo la mano de la gente y se produce el milagro: de ahí en más, la voz está perfecta", explicó.

En la entrevista, también recordó cómo empezó su historia con Chébere. “Todo comenzó en el año ’84”…

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